Siembra Conciencia, Cosecha Bienestar - Iniciativa II, Conciencia Colectiva: ¿Qué Fue De La Conciencia Colectiva?

A veces me siento como si estuviéramos retrocediendo en lugar de avanzar. Cada día veo más crueldad, más indiferencia, más odio disfrazado de libertad. Y me pregunto: ¿dónde quedó la conciencia colectiva?, esa fuerza invisible que alguna vez nos impulsó a cuidar unos de otros, a proteger al débil, a indignarnos ante el abuso.
En Uruguay, una supuesta protectora de animales resultó ser una pesadilla para los perritos. Los mataban, los torturaban, mientras la gente confiaba en ellos. Este horror salió a la luz solo porque un hombre sencillo, el dueño del perrito Pipo Motoquero, se dio cuenta de lo que pasaba. Él no tiene poder, ni dinero, pero tiene algo más fuerte: compasión. Ayuda a varias protectoras pobres con lo que puede, y cuando supo la verdad, no se quedó callado. Eso es humanidad.
En Chile, vivimos otro dolor: un médico de la PDI asesinó a su propio perrito de una forma espantosa solo porque se hizo caca en el jardín. Lo arrastró con el auto. Una hora. Una hora de sufrimiento innecesario. Pero aquí no se tapó: la gente habló, se enfadó, exigió justicia. Eso también es conciencia colectiva.
Y mientras todo eso pasaba, también hace unas semanas salió a la luz que en Colombia una mujer trans fue asesinada, su nombre era Sara Millerey. La reacción de muchos fue la burla. Como si su vida valiera menos. Como si fuera gracioso hablar de la horrible muerte que tuvo: le quebraron las extremidades, la columna… y aún viva, la dejaron agonizando en un río. ¿Cómo puede alguien reírse ante algo así? ¿Cómo llegamos a ese punto?
Yo no la conocía, pero lloré cuando vi su imagen. No el video de su muerte, que dicen que existe y ojalá nadie más lo vea, sino una foto suya, una imagen tranquila, una persona común. Su madre decía que era una joven buena, serena, y eso se notaba. Me dio pena, me dio rabia, me dio una tristeza profunda. Aunque soy atea, en ese momento pensé: ojalá exista un cielo para ella, y para tantas otras personas buenas, y para los animales que sufren tanto. Un lugar donde puedan descansar al fin, después de tanto dolor injusto.
Y no puedo no hablar de lo que pasa en Palestina. Ver morir a tantos niños, mujeres, doctores, periodistas, gente inocente, me parte el alma. Se levantan banderas blancas y aun así disparan. Y lo peor es que, si criticas esos crímenes, te acusan de antisemitismo. Pero no se trata de estar en contra de un país o de un pueblo. Se trata de estar a favor de la vida. De no justificar la masacre de miles porque “son enemigos”. ¿Desde cuándo un niño es un enemigo? No hay justificación para tanto horror. Y muchos, en redes, se ríen de los muertos palestinos, como si no fueran personas. Eso es perder la humanidad.
Y sí, también murió el Papa Francisco. Y aunque yo no compartía todo lo que decía (como cuando restó valor a los animales como parte de la familia), burlarse de su muerte no es el camino. La crítica sí, la burla no. Porque uno no gana conciencia burlándose del dolor ajeno. Solo suma más odio.
Y entre tanta oscuridad, recuerdo a Carl Jung, el psicólogo que hablaba de la conciencia colectiva y que veía a las personas con enfermedades mentales con respeto y deseo de ayudarlas, no de ocultarlas. Si se le hubiera escuchado más, quizás hoy seríamos una sociedad con más empatía, más comprensión, menos egoísmo.
Pero en lugar de eso, caímos en el culto al cuerpo, a la imagen perfecta. Valoramos un buen físico más que un buen corazón. La libertad que queríamos se volvió un permiso para herir, para burlarse, para dividir. Y las redes sociales, que podían unirnos, se han llenado de odio. Todo el día veo peleas, humillaciones, escarban el pasado de la gente para destruir su presente. ¿Qué sentido tiene eso?
Yo no me hago la santa. He sentido rabia, he sentido odio. He visto gente tan cruel que a veces pienso que ya no deberían existir. Pero luego me detengo… y pienso que cada persona cosecha lo que siembra. Aun así, no puedo evitarlo: cuando veo las aberraciones que se cometen, es muy difícil no sentir esa rabia profunda. Soy humana, y lo que siento es compasión, muchísima compasión por las víctimas. Lo cierto es que nadie, nadie en este mundo, merece morir o sufrir solo porque otro un día se levantó con ganas de dañar.
Sí, hay cosas buenas. Personas buenas. Pero están tapadas por una montaña de basura emocional. Nos estamos hundiendo como sociedad, y si no recuperamos la conciencia colectiva, vamos hacia el colapso moral.
La conciencia no es religión, no es política, no es ideología. Es respeto por la vida. Por toda vida. Humana, animal, del que piensa como tú y del que no. Es mirar al otro y decir: “No quiero tu sufrimiento, aunque no te entienda”. Eso es conciencia.
Yo sé que esta iniciativa trataba, supongo, de hablar de cosas positivas, de cómo construir algo que nos ayude a mejorar la conciencia colectiva. Pero no puedo escribir algo que no siento. No quiero fingir optimismo cuando lo que siento es tristeza, rabia y frustración. Sé que hay bondad todavía, que hay personas que luchan, que cuidan, que aman. Pero ya no es como antes. Hoy es difícil verla entre tanta oscuridad, entre tantas noticias que nos rompen el alma. Aun así, tal vez escribir esto también sea parte de construir conciencia: decir la verdad, mostrar lo que muchos sienten pero pocos se atreven a decir.


Sometimes I feel like we’re going backwards instead of moving forward. Every day I see more cruelty, more indifference, more hatred disguised as freedom. And I ask myself: where did the collective conscience go? That invisible force that once pushed us to care for each other, to protect the weak, to feel outrage at injustice.
In Uruguay, a supposed animal rescuer turned out to be a nightmare for dogs. They were killed, tortured, while people trusted her. This horror came to light only because a regular man, the human of the dog Pipo Motoquero, realized what was happening. He has no power, no money, but something stronger: compassion. He helps struggling shelters however he can, and when he found out the truth, he spoke up. That’s humanity.
In Chile, we lived through another pain: a police doctor killed his own dog in a horrific way just because it pooped in the garden. He dragged it with his car. For an hour. An hour of unnecessary suffering. But this time it wasn’t hidden: people spoke out, got angry, demanded justice. That’s also collective conscience.
And while all of this was happening, a few weeks ago it came out that in Colombia a trans woman was murdered, her name was Sara Millerey. Many reacted with mockery. As if her life meant less. As if it were funny to talk about her horrible death: her limbs and spine were broken… and still alive, they left her in a river to agonize. How can anyone laugh at something like that? How did we get to this point?
I didn’t know her, but I cried when I saw her picture. Not the video of her death —they say it exists and I hope no one else ever sees it— but a photo of her, a calm image, a regular person. Her mother said she was a good, peaceful young woman, and you could tell. I felt sadness, rage, a deep sorrow. Even though I’m an atheist, in that moment I thought: I hope there’s a heaven for her, and for so many other good people, and for all the animals who suffer so much. A place where their souls can finally rest after so much unfair pain.
And I can’t ignore what’s happening in Palestine. Watching so many children, women, doctors, journalists, innocent people die breaks my heart. White flags are raised and they still shoot. And the worst part is, if you criticize these crimes, they call you antisemitic. But it’s not about being against a country or a people. It’s about being for life. About not justifying the massacre of thousands because “they’re the enemy.” Since when is a child an enemy? There is no excuse for this horror. And many on social media laugh at dead Palestinians, like they weren’t even human. That’s losing your humanity.
And yes, Pope Francis died too. And while I didn’t agree with everything he said (like when he downplayed animals as part of the family), mocking his death is not the way. Criticism is fine, but not mockery. You don’t raise awareness by laughing at someone’s death. That only adds more hate.
In the middle of all this darkness, I remember Carl Jung, the psychologist who talked about collective consciousness and saw mentally ill people with respect and a real desire to help them, not hide them. If more people had listened to him, maybe today we’d be a more empathetic, understanding society. Less selfish.
But instead, we fell into the cult of the body, the perfect image. We value a good body more than a good heart. The freedom we wanted turned into permission to hurt, to mock, to divide. And social media, which could’ve united us, is full of hate. All day I see fights, humiliation, people digging into others’ pasts to destroy their present. What’s the point of that?
I don’t pretend to be a saint. I’ve felt rage, I’ve felt hate. I’ve seen people so cruel that sometimes I think they shouldn’t exist anymore. But then I pause… and I remember that everyone reaps what they sow. Still, I can’t help it: when I see the horrors happening, it’s hard not to feel that deep anger. I’m human, and what I feel is compassion — so much compassion for the victims. The truth is, no one, no one in this world deserves to die or suffer just because someone else decided to hurt them one day.
Yes, there are good things. Good people. But they’re buried under a mountain of emotional garbage. We’re sinking as a society, and if we don’t recover our collective conscience, we’re heading straight into moral collapse.
Conscience is not religion, it’s not politics, it’s not ideology. It’s respect for life. For all life. Human, animal, of those who think like you and those who don’t. It’s looking at someone else and saying, “I don’t want you to suffer, even if I don’t understand you.” That is conscience.
I know this initiative was supposed to talk about positive things, about how to build something that helps us grow in collective consciousness. But I can’t write what I don’t feel. I won’t fake optimism when what I feel is sadness, rage, and frustration. I know there’s still goodness, people who fight, who care, who love. But it’s not like before. Today, it’s harder to see it through all this darkness, through so many soul-crushing headlines. Still, maybe writing this is also part of building awareness: telling the truth, showing what many feel but few dare to say.

En la medida en que más personas se atrevan a decir, a exponer cómo ven la realidad, un poco de esperanza se va también mostrando. Lo peor es acostumbrarse al horror, pasar la página sin sentir.
Quiero pensar que aún puede hacerse algo y este tipo de espacios e iniciativas va despertando consciencias. En las redes la gente muestra lo peor de sí, se pone en evidencia una sociedad enferma que se burla, crítica, maltrata, a veces en anonimato, pero muchos dando la cara.
Así como a ti te desagrada a mucha gente también pero no son de los que usan las redes para eso. Como hormigas van haciendo lo que pueden a favor de los desprotegidos. No perdamos la fe.
Saludos cordiales.
Eso quiero pensar, que hay muchas personas nobles allá afuera, pero que no se muestran en las redes.
Muchas Gracias por su comentario.
¡Enhorabuena!
✅ Has hecho un buen trabajo, por lo cual tu publicación ha sido valorada y ha recibido el apoyo de parte de CHESS BROTHERS ♔ 💪
♟ Te invitamos a usar nuestra etiqueta #chessbrothers y a que aprendas más sobre nosotros.
♟♟ También puedes contactarnos en nuestro servidor de Discord y promocionar allí tus publicaciones.
♟♟♟ Considera unirte a nuestro trail de curación para que trabajemos en equipo y recibas recompensas automáticamente.
♞♟ Echa un vistazo a nuestra cuenta @chessbrotherspro para que te informes sobre el proceso de curación llevado a diario por nuestro equipo.
🏅 Si quieres obtener ganancias con tu delegacion de HP y apoyar a nuestro proyecto, te invitamos a unirte al plan Master Investor. Aquí puedes aprender cómo hacerlo.
Cordialmente
El equipo de CHESS BROTHERS
Siento que la humanidad cada día se vuelve más intolerante, atacan por hacerlo, pareciera que les da un extraño placer, hacer daño por deporte y gustó.
Es una lástima que lo de antaño se pierda a pasos agigantados, ¿donde quedo ofrecer una mano amiga cuándo hace falta?¿Dónde queda proteger a los que no tienen voz?
Confío en que se puede cambiar y volver al cause, aunque quizás nosotros no lo veamos que sean nuestros hijos e hijas los que si lo hagan.
Hola @jcchelme. Increíble tu post. La conciencia es el punto de partida para mejorar. Pero por desgracia la voz del ego tiende a ganar más, la conciencia queda pequeña ante esa voz oscura y de ahí los muchos horrores que ocurren a nivel mundial.