La historia de Bianca y Guillermo, dos caras de la misma moneda: felicidad e infortunio (SPA-ENG)

Hay cosas en la vida que son muy difíciles de comprender. Por ejemplo, la historia que les relataré y que se basa en la vida de una familia que estaba conformada por papá, mamá y dos hijos: un niño de cinco años y una niña de tres.

Les voy a contar el origen de esta familia y algunos acontecimientos importantes que daban cuenta de un amor profundo y de cómo la felicidad que estaba presente en la vida de los protagonistas de esta historia se apagó en un segundo.

Comienza así...

Bianca era una joven hermosa, muy inteligente y aventurera. En su afán por salir adelante en su carrera profesional, quiso hacer una especialización en idiomas y para eso emprendió viaje hacia Barbados, una isla en el Caribe que le abría las puertas a una oportunidad imperdible.

Preparó su viaje con mucho esfuerzo y sacrificios, después de algunos contratiempos en los trámites, lo consiguió. Era lo que más deseaba en el momento y en lo que había puesto todas sus energías. Así que al ver todo encaminado y tener en la mano ya la gran oportunidad de estudios, se despidió de la familia y se fue sola a una nueva vida, al menos así sería por unos años.

Bianca llegó a Bridgetown una hermosa mañana en la que, como siempre, el sol irradiaba una luz perenne y radiante. Las aguas transparentes de sus playas sembradas de palmeras, los edificios multicolores y la brisa caribeña la enamoraron desde ese primer día. Pero no solo se enamoró de Barbados en aquel tiempo. Allí, también, conoció al amor de su vida, al hombre que la acompañó a alcanzar su sueño y la apoyó en todo momento, un coterráneo que, como ella, llegó ahí también a cumplir sus mayores deseos.

Guillermo era un hombre bondadoso, romántico, divertido y amoroso. Cada detalle suyo hizo que Bianca cayera rendida en sus brazos. Realmente, hacían una bella pareja. Se compenetraron mucho se les notaba la abundante felicidad que los embargaba.

Luego de unos años de romance, regresaron al país natal para celebrar el matrimonio con la familia entera. La boda de Bianca y Jorge fue de ensueño. El novio esperó a su amada en las puertas de la Catedral de la ciudad; la hermosa novia salió de su casa con su vestido blanco y una hermosa y larga cola. Ella había planificado llegar hasta la iglesia caminando, tal cual como lo soñó desde siempre jovencita. Caminó, lentamente, por las calles que la vieron crecer en una procesión que guiaba el cortejo de niños de las familias y amigos de los dos.

Esa boda fue la noticia de los siguientes días y el tema de conversación de todos los que asistieron a la hermosa y sobria fiesta, y de los que fueron testigos durante el transitar de la novia hasta la iglesia que estaba abarrotada de las familias, de los conocidos y de extraños también.

Los años pasaron llenos de felicidad. La nueva familia creció y dos retoñitos llegaron a complementarla con ternura, alegrías y travesuras. Dos hermanitos que se llevaban dos años entre sí, eran muy unidos y compartían juegos, comidas, amiguitos, además del amor, sin medida, de papá y mamá.

En esta parte, aparecen las páginas tristes que nunca faltan en una bonita historia de amor.

A veces tanta felicidad da miedo porque, como dicen, esta no es redonda ni eterna. Así, el infortunio llegó a la vida de Bianca para borrarle la sonrisa que iluminaba su rostro.

Ella había viajado hasta la capital por asuntos del trabajo. Guillermo se había quedado encargado de los niños hasta que llegara el día en el que pudiera viajar con ellos para encontrarse con Bianca y pasar unos merecidos días de vacaciones en la gran ciudad.

Todo marchó como lo tenían planificado. Bianca terminó sus compromisos y Guillermo emprendió el viaje con los niños. Llegó a la estación de autobuses con sus dos hijitos tomados de la mano. Subieron al bus y ocuparon dos puestos. Los niños iban felices junto a la ventanilla. Hablaban y reían, estaban felices de ver a mamá de nuevo. Mientras tanto, Bianca, feliz, les preparaba la bienvenida.

Pasadas unas horas, Bianca se sintió impaciente porque Guillermo no había hecho nuevo contacto con ella. Su corazón empezó a palpitar aceleradamente. Era raro. Nunca antes se había sentido así. Las manos le empezaron a sudar, un peso extraño le aprisionó el estómago y su corazón latía desbocado.

El timbre de repique del teléfono la paralizó por unos segundos, en un instante corrió y tomó el auricular. La voz de aquella persona que no conoció nunca, le dio la peor noticia de su vida.

El autobús donde viajaba Guillermo con los niños había tenido un aparatoso accidente y no había muchos sobrevivientes. Guillermo había salido disparado por la ventanilla. Había caído muerto, lejos del amasijo de hierros en lo que se había convertido el autobús y los niños estaban a su lado. ¡Milagrosamente vivos! Los dos niños fueron los que, en medio del terror, señalaron a su papá, las autoridades de tránsito pudieron identificarlo y, de este modo, fue como pudieron contactar a Bianca.

Bianca cayó derrumbada por el dolor. Pero así, arrastrando, al mismo tiempo, la angustia y la desesperación por tener a sus hijos en sus brazos y la tristeza profunda por la pérdida de su amado, fue hasta el lugar. La escena era dantesca. Allí estaban sus niños llorando, temblando y Guillermo, tendido entre los matorrales, sin rostro...

Han pasado muchos años después de aquel fatídico día. Superarlo ha sido traumático, doloroso. Aquellos niños, ahora adultos jóvenes, quieren olvidarlo todo, pero ha sido una huella profunda, imborrable. De vez en cuando, las recurrentes pesadillas, remueven el dolor y los hacen revivir el momento más oscuro de sus vidas.

Hoy tratan de reencontrarse, junto a Bianca, con la felicidad. Lo hacen, tímidamente, con reservas. Pero lo intentan porque así es la vida: Felicidad e infortunio son las dos caras de una misma moneda.