El fuego crepita en la chimenea, proyectando sombras danzantes sobre las paredes de madera. La cabaña está sumida en un profundo silencio, solamente se rompe por el susurro del viento entre los árboles del exterior. Estoy sentado junto a la mesa, con los dedos acariciando el borde de un viejo libro.

Siento la soledad pesando sobre mí como una losa. Hace semanas, quizá meses o años, que nadie más pisa este lugar. El mundo exterior se ha desvanecido y la línea que separa la realidad de la fantasía se ha difuminado. No recuerdo cuándo fue la última vez que vi el sol.

Miro fijamente el caldero oxidado que está en el rincón y recuerdo la receta que encontré en el libro antiguo. ¿Qué me impulsó a probarlo? ¿La búsqueda del conocimiento? ¿El deseo de trascender los límites de la mortalidad? ¿O quizá simplemente la desesperación de un hombre atrapado en su propia mente retorcida?

Siento los latidos irregulares del corazón. El miedo y la expectación se mezclan en mi interior, como sustancias en el caldero. El fuego sigue crepitando y me pregunto si estoy a punto de abrir una puerta que no podré cerrar.

Me llamo Ossian. Soy un alquimista solitario, atrapado en una vieja cabaña en lo profundo del bosque. Mi búsqueda me llevó a experimentar con lo prohibido, y ahora me encuentro en una pesadilla sin fin.

Todo empezó con un viejo libro que encontré en una subasta. Sus páginas estaban amarillentas y llenas de símbolos oscuros. El título era apenas legible. "El Arte de la Transmutación". Me obsesioné con él, estudiando cada palabra, cada fórmula.
Recuerdo el párrafo del principio: "Bebe el licor y verás más allá de los velos del mundo. Conocerás los secretos que ocultan los dioses. Pero a cambio deberás entregar un tributo".

Una noche, en la soledad de mi laboratorio, decidí probar el licuado de huesos. Según el libro, beberlo otorgaría conocimientos ancestrales y poderes inimaginables. Pero había un precio: la carne y la sangre de un ser querido debían ser los ingredientes. Yo no tenía familia, pero mi gato Max siempre estaba a mi lado. Le miré a los ojos y supe lo que tenía que hacer. Lo sacrifiqué en el altar, sintiendo su sangre caliente en mis manos. Luego, mezclé sus huesos en un caldero oxidado.

El líquido era espeso y oscuro. Parecía palpitar, como si tuviera vida propia, y el fuego bajo el caldero ardía con una intensidad inusitada, ansioso por liberar sus secretos.

Con manos temblorosas, cogí una taza de cerámica y la sumergí en el caldero. El aroma metálico se aferró a mis sentidos y mi corazón latió con fuerza al separar los labios.

El primer sorbo fue amargo, como una traición. Las imágenes empezaron a inundar mi mente. Visiones de civilizaciones antiguas, criaturas inmortales y secretos cósmicos. Me sentí abrumado, como si mi cerebro estuviera a punto de explotar.

Sin embargo, lo absorbí todo y el conocimiento fluyó en mí como un torrente. Conocí secretos del universo, respuestas a todas las preguntas. Pero también experimenté el dolor de Max. Recordé el miedo en sus ojos cuando le apuñalé en el corazón. Comprendí que el precio de la inmortalidad es la culpa eterna.

Desde entonces, he estado atrapado en esta cabaña. Mi piel se ha vuelto translúcida, mis huesos visibles debajo de ella. No puedo salir. Los árboles me observan con ojos vacíos. El viento susurra mi nombre. Max me visita en mis sueños, y sus ojos me acusan.

Obtuve poder, pero también condena. Ahora, mi única compañía es la oscuridad y el eco de mis propios pensamientos. Atrapado en un limbo de conocimiento y remordimiento.